STALINGRADO ESPAÑOL: "EXPEDITION CONTRE ALGER" Jean Michel de Venture de Paradis, Étude Belles Lettres

Es curioso en que forma ciertas derrotas se borran de la memoria colectiva. Si hoy día preguntaramos en cualquier lugar de España cual de nuestros reyes combatió en Africa ¿cuántos sabrían la respuesta? Yo mismo tenía solo una idea lejana gracias a la lectura adolescente de una novela de Emilio Salgari ("La Espada del Islam") por lo que no tenía claro si era una recurso literario o no.
Pero si Stalingrado fue para los alemanes el punto de inflexión en su serie de victorias militares, para el Imperio español de Carlos V sin duda lo supuso la derrota del Emperador ante los muros de la Kasbah de Argel y su retirada a través de las playas de El Harrach hasta reembarcar en Bordj el Kiffan, a riesgo de su propia vida.
Hasta entonces todo parecía haberle sonreído al emblemático hombre empeñado en crear una Europa Unida. La sombra del cisma protestante aún podía ser resuelto y Carlos se veía capaz de recuperar el Norte de Africa para la Cristiandad. Sin embargo la presión en el Norte empieza a requerir de recursos y se ve compelido, tras el éxito de Túnez y otras plazas a dar un golpe que acabe de expulsar a los turcos de las fortalezas que aún ocupan y desde las que amenazan el flanco sur de sus dominios. Para ello, Argel, sede de un Kheir-Eddin (Barbarroja para nosotros) que aunque ausente para dirigir la flota en Oriente, ha dejado a su fiel subordinado al mando.
La expedición es impresionante. Cientos de buques y 35.000 hombres avezados en el combate desde España e Italia. Pero como en Stalingrado, la climatología jugará un papel fundamental, junto a la voluntad de resistencia.
Estos son los mimbres con los que un caballero francés, eminente viajero y diplomático de su tiempo, introduce su relato del combate de tres días de duración tras el cual España abandona la ofensiva en el Magreb como había hecho Portugal anteriormente, para centrarse en Europa y América. Las posiciones pasan a ser defensivas (Tetuán, Ceuta, Melilla, Bejaia) y solo en Oran-Mers El Kebir, el conde de Guadalmedina intenta ganar terreno e intervenir en los asuntos del Reino de Tlemcem hasta su derrota y muerte ante los muros de Mazagran.
Aunque en mi opinión, Carlos I se equivocaba y ya no era viable continuar la Reconquista. El descubrimiento de América ya desviaba hombres y recursos a un destino de mayor rentabilidad y seguridad. Nadie estaba dispuesto a ganar tierras y hacienda luchando al otro lado del Mediterráneo, sin retirada posible, contra decenas de miles de marroquíes y argelinos que defendían sus tierras y familias. Después de la conducta seguida en España con los musulmanes derrotados (reclusión en las tierras más pobres, tributación hasta el doble que los cristianos, bautismos forzados en masa, discriminación creciente contra los neoconversos ...) las poblaciones del Magreb no tenían ninguna duda de lo que les esperaba en caso de rendición. A nadie puede extrañar la resistencia a toda ultranza y el rápido apoyo de las tribus Kabyles.
El autor contrasta hasta cuatro fuentes europeas y una argelina sobre la batalla, descartando errores y estableciendo un relato razonado del desarrollo de los combates, incluyendo tanto un buen análisis de los antecedentes como de los errores cometidos por los atacantes. Personalmente tengo la impresión que el interés francés por extraer lecciones del fiasco hispano no es inocente y anticipa los hechos de 1830.
En fin, una de esas pequeñas joyas que uno encuentra rebuscando en librerías de paso y que por unos módicos 600 dinares (4 €) permite remontarse a un tiempo en el que se forjó el destino de dos pueblos.


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